jueves, 4 de enero de 2007

"Me siento como un sonámbulo; es como si mi vida y ficción se mezclaran.
De tanto escribir, he convertido mi vida en la de una sombra; ya no tengo la sensación de desplazarme sobre la tierra, sino de flotar ingrávido en una atmósfera que no se compone de aire, sino de tinieblas. Si la luz penetra en ellas, caeré al suelo y me aplastaré."
Agust Strindmberg, Correspondencia
Así se abre la biografía de Marguerite Duras, escrita por Laure Adler. (Editorial Anagrama) "Hay un lenguaje Duras. Que a menudo habla dentro de nosotros y, a veces, secretamente para nosotros. En cualquier caso es la impresión que da. Con Duras -cine y literatura indistintamente- el mirón-lector es rey. Le hace sentir emociones, unas emociones sustraídas, en lo esencial a lo prohibido y a las sensaciones fuertes que extrae de las zonas más secretas, más oscuras." Durante los últimos veinte años de su vida, se refería a sí misma llamándose Duras:
"¿Esto es Duras?" "No parece Duras en absoluto."
Y ella escribió:
"La historia de mi vida no existe. Eso no existe. Nunca hay centro. Ni camino, ni línea. Hay vastos pasajes donde se insinúa que hubo alguien, pero no es cierto, no hubo nadie."
El deseo de escribir es lo que la fundamenta como individuo con un cometido en el mundo, y la escritura es lo que le dará su nombre: Duras.

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