martes, 5 de junio de 2007

Un colega opina

Gerardo que es actor y director nos envió esto sobre Playa. Playa Desierta. Estuve inmerso, dentro. Por momentos sentí que me ahogaba, la arena se movía. Por otros que me acorralaban, que estaban por todas partes. Que ELLA estaba por todas partes. Era una playa y estaba ahí, dentro de ese mundo, en otra realidad lejana a la mía. O cercana, quizá. Esas palabras que quedaban y se acumulaban en la arena, o quizá la arena era las palabras. Durás éramos todos, no sólo ellos tres. Un triángulo, tres. Uno de los lados es su vida, el otro su letra y el otro es el escritor solo en la inmensidad. El peligro del triángulo. Las imágenes eran más fuertes que la poesía o la poesía era más fuerte que las imágenes. O era todo lo mismo. Una película. Quizá estaba dentro de una película. O de varias. Una película que nunca se hizo. Eran actores de cine, no de teatro. No, no eran actores… Y no eran varios personajes. Era uno solo. El uso del espacio fue delicadamente envolvente, casi sublime. Sutil, exacto. Viajé a otra dimensión, a otro tiempo, otra filosofía. Climas, perfección en el movimiento. Sorpresa. Matices. Ella es hermosa. Es imposible dejar de mirarla. La sonoridad de Julio me sorprendió muchísimo. Su voz, tan limpia como esa playa, como esa arena, como el alma de Durás. La mosca desfalleciente que luchaba por vivir, esa metáfora con su brillante resolución escénica y la imagen de las rosas fueron los momentos que más disfruté. También el roce de los actores con el público. Al llegar pensé en la incomodidad de los bancos sin respaldos. Luego me sorprendí girando en mi eje y sintiéndolo grato. El monólogo final es de una profundidad y una verdad escénica que logró emocionarme. Los aplaudo con vehemencia.

No hay comentarios: