viernes, 1 de junio de 2007

Antes del estreno entusiastas opinan de nosotros

Esto salió en las opiniones de la gente en Uruguay Total sobre Playa Desierta Enrique (33) / Calificación: () Muy Buena He visto varias obras de Mariana Percovich desde que comenzó su carrera como directora teatral. Vi a la maravillosa Andrea Fantoni haciendo Te Casarás en América en una sinagoga de la calle Durazno; participé del Juego de Damas Crueles en las viejas caballerizas del Museo Blanes; fui testigo de aquella oscura Alicia Underground en un galpón al lado del Notariado; presencié el parricidio de Extraviada (una tragedia montevideana); y bajé las escaleras del Jockey Club siguiendo los pasos de El Vampiro. Esta vez me tocó sentarme en un banco en la playa, y al mismo tiempo ser parte de un viaje extraño a tierras exóticas que nunca visité. No fui un simple espectador de una obra teatral, sino testigo de un diálogo con la literatura de una escritora (Marguerite Duras) de la que nunca fui, ni soy, particularmente seguidor ni admirador, pero que de alguna manera me parecía familiar. Presencié un juego creativo en el que tres intérpretes (dos actores y una bailarina que actúa, o algo así) recuperaban y rearmaban las palabras, las emociones y los climas de Duras (entre ellos los de El Vicecónsul, Hiroshima mon amour, y El Amante, pero hay otros) transmitiendo la sensación de que la obra se iba armando delante de uno, con absoluta naturalidad. En ello tenían mucho que ver los sonidos que el extraordinario músico Ariel Ameijenda iba sugiriendo, aportando, tal vez hasta componiendo en ese mismo momento, dialogando él mismo con los intérpretes, como un espectador más si bien bastante más activo que el espectador común, sentado del otro lado de la playa. Pero creo que no es absolutamente necesario conocer la obra de Duras para conmoverse con la propuesta; alcanza con que uno haya pensado alguna vez en el amor, el desamor, los recuerdos, las distancias, la creación, la soledad, el horror de la guerra, o la muerte. Incluso la de un ser tan insignificante como una mosca. Tuve ganas de sacarme los zapatos y pisar con mis pies desnudos esa misma arena en la que ellos dibujaban, y hasta de quedarme, al final, sentado un rato más en ese banco en la playa desierta.Dos consejos: 1) ya que los asientos no son numerados, ir temprano y ubicarse en los bancos del medio del espacio, frente al claro donde sucede gran parte de la acción; si bien la atmósfera de la obra probablemente alcance a todos, es mejor estar cerca para no perderse los detalles más íntimos. 2) asumir desde ya que fue un error construir un espacio teatral junto a una pista de carts y que además hay serios problemas de aislación sonora. Así y todo, si uno está dispuesto a emprender el viaje, la magia del espectáculo logra hacerte olvidar que estás en el subsuelo del Montevideo Shopping. Gonzalo (24) / Calificación: (-) Todavía no la vi No opino de obras sin verlas... pero la verdad es que debe ser prometedora pues se trata nada mas y nada menos del estreno del nuevo complejo teatral y/o espectaculos del movie, una nueva obra de la nada mas y nada menos que brillante Mariana Percovich, actua Gustavo Saffores que luego del exquisito asesino en Morir (o no) me complacio y mucho pues tiene estirpe, su actitud es halagadora y por ultimo el formato que con esa sinopsis poetica que se presenta aun mas ganas te da de verla... Aplausos para el autor nacional y nada mas ni menos que para el Teatro Nacional que nada tiene que envidiarle al resto del mundo tanto sur como norte este y oeste Fernando (43) / Calificación: () Excelente Una mirada, inteligente, se eleva y observa, como ángel, escudriña distintas escenas, tres personajes, quizás no corpóreos, se diluyen, reaparecen, como ideas, escapadas del que cuenta, que imagina, que está en una playa, que está en Calcuta, que está en un hotel frente a la Piazza Navona de (a)roma. Un caleidoscopio de imágenes en rojo blanco y negro, la pasión, la muerte, la sabiduría-profundidad de pensamiento (aunque el negro también representa el agua para los chinos). El fluir del chi, la energía, y el teatro se convierte ahora en danza de los cuerpos (como en las películas de Zan Yimou), ahora en las voces que se entrecruzan que son diálogos, que son monólogos, que es actor, que es voz en off, que fluye de un actor a otro, y más que contar, sugiere; y es tristeza de una existencia sin rumbo, vacuidad del espíritu, ¿dónde vamos? ¿por qué existimos? La sexualidad, es algo menor, accesorio,, (dos, tres, fidelidad, traición, homosexualismo? ¿Qué es amar? ¿no es lo real mi naturaleza animal?) ¿Un tiempo pasado, presente, futuro?, el tiempo y el espacio fluyen también como los actores en la escena.La vida es un sueño… Vivir o no vivir… Estamos sí condenados a morir, como esa mosca, nuestra existencia vale lo mismo, y el teatro aquí continúa la tradición griega original de ser un lamento (somos insignificantes en el infinito de la Creación). Y la música, tan trascendental como todo lo oriental, elevando a ese estado de meditación, cosiendo en forma perfecta las imágenes, y restaurando la paz en el corazón, el equilibrio y respeto por la comprensión de los límites de la condición humana. “Vivimos porque amamos”, quizás la conclusión, aunque más por el brillo de su ausencia (y porque soy romántico).Creo que la obra es como un espejo en que uno puede “descubrir” distintas dimensiones, (quizás algunas no imaginadas por la directora); una obra “abierta”. Poesía en acción.Obra compleja, como para ver dos veces. (Me hizo acordar a la película El Espejo, de Tarkovskii).Felicitaciones, muy buen espectáculo, muy diferente, que explora.

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